Bruja Luna, Rey Araña by Marlon James

Bruja Luna, Rey Araña by Marlon James

autor:Marlon James [James, Marlon]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-15T00:00:00+00:00


QUINCE

Soy una mujer con hijos. Oídme llamarlos por sus nombres. Ehede, Ndambi, Matisha y Lurum, hijos de mi útero, y Keme, Serwa y Aba, hijos de la mujer cuyo nombre ya no decimos en esta casa. Keme también quería poner nombre a las criaturas muertas del bosque, pero la pena le robó la voz, y además ninguno de nosotros podía distinguir cuáles eran niños y cuáles niñas. Cierto, el hombre los lloró como si los hubiera visto morir uno tras otro, y a mí me embarga el miedo, miedo a no poder mostrar nunca semejante tristeza por nadie. La hermana del rey es la única persona muerta por la que me imagino mostrando tristeza, pero ni siquiera por ella la tristeza me llega. Rabia sí, y la sensación de que los dioses la trataron con suma maldad nunca me ha abandonado, ni siquiera hoy en día. Pero ¿dolor? Nunca.

Mirad cómo llamo a mis hijos por sus nombres en la oscuridad, cuando la casa entera se ha ido a dormir. En mi cama yacen Keme y Aba, la hija más pequeña de la otra mujer, que ha cogido la costumbre de dormir entre nosotros y se niega a descansar la cabeza en ninguna otra parte. Una mañana le digo a Keme que me he olvidado de qué aspecto tiene su polla cuando está grande y dura, y él me dice: Mujer, no puedes decir esas cosas en presencia de tus hijos, lo cual me sorprende, porque era a él a quien solía gustarle que yo dijera lo que él llamaba guarradas. No, estoy diciendo una mentira, o por lo menos no estoy diciendo toda la verdad. Nunca le gustó que yo dijera guarradas, simplemente las aceptaba como el precio que pagar por tenerme pero no convertirme en la mujer número uno. Ahora que soy esa mujer, quiere que sea más como una madre y menos como la mujer que le parió los hijos. No me molesto en decirle que siempre fui la única madre de esta casa. De manera que me despierto cuando todavía es de noche y me dedico a caminar por la casa, recitando los nombres de los niños como si estuviera pasando lista para asegurarme de que siguen aquí.

Aba, la más pequeña de la otra mujer pero aun así la tercera en edad de todos, empieza a actuar como un bebé en cuanto se marcha su madre. No tiene nada de león, pero sí una melena negra larga y alborotada, la piel casi del color del café, parecida a la de la madre pero no a la del padre, y dos espacios al frente de la boca donde todavía le han de salir los segundos dientes. Pronto empieza a chillar por las noches cuando duerme sola y a chuparse el pulgar izquierdo cuando duerme entre nosotros. Dos simios de los más fuertes no podrían sacarle el pulgar de la boca; lo sé porque lo intento noche sí y noche no.

Serwa, la mayor de la otra mujer, también se



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